27.2.08

La capacidad musical se desarrolla con la experiencia y no es genética


La capacidad musical se desarrolla con la experiencia y no es genética

El cerebro distingue mejor los matices de un instrumento si está familiarizado con él
Una investigación realizada por la Universidad de Arkansas en Estados Unidos ha puesto de manifiesto que el oído musical se desarrolla con la experiencia, la práctica y la formación, por lo que no puede establecerse que sea una herencia genética. La investigación comprobó que el cerebro humano distingue mejor los matices y las características de la música de un instrumento determinado, si el que escucha está familiarizado con dicho instrumento. La genética no tiene nada que ver con esta habilidad, que se desarrolla con la experiencia. Los resultados de esta investigación contrastan con otro estudio anterior que había demostrado que el cerebro de personas no expertas en música es capaz de identificar los procesos musicales más básicos, es decir, que existe cierto innatismo musical en el ser humano.

El oído musical se desarrolla con la experiencia, la práctica y la formación, es decir, que no es una herencia genética, señala un estudio reciente realizado por la investigadora especialista en procesos de conocimiento musical, Elizabeth Margulis, de la Universidad de Arkansas, en Estados Unidos. Margulis, en colaboración con Patrick C.M. Wong, de la Northwestern University, realizó exploraciones de resonancia magnética de los cerebros de un grupo de participantes mientras éstos escuchaban música, con el fin de examinar las respuestas neuronales a dicha música, informa la Universidad de Arkansas en un comunicado.

Según publica la revista especializada Human Brain Mapping dos grupos de expertos, uno de violinistas y otro de flautistas, escucharon extractos musicales de partituras de Bach interpretadas con flauta o violín mientras eran medidas sus respuestas cerebrales hemodinámicas con imágenes de resonancia magnética.

Neurofisiología variable

El diseño experimental de los investigadores permitió el estudio de la neurofisiología de los participantes tanto cuando éstos escuchaban las partituras interpretadas con el instrumento que ellos mismos tocaban, como cuando dichas partituras eran interpretadas con el otro instrumento.

Se descubrió así que los músicos mostraban respuestas neurológicas más amplias y complejas cuando la música era interpretada por su propio instrumento que cuando ésta era interpretada con otros.
Estudios anteriores habían comparado las respuestas del cerebro de músicos con las de los cerebros de personas que no conocían la música, dejando abierta la posibilidad de la predisposición genética como explicación a las diferencias en dichas respuestas.

Según Margulis, contrastando dos subgrupos de intérpretes se ha demostrado que esta predisposición genética es menos probable que el hecho de que las habilidades se hayan desarrollado gracias al aprendizaje y el esfuerzo. Si la sensibilidad neuronal a la música estuviera relacionada con un talento musical innato, independientemente del instrumento que se toque, los escáneres cerebrales habrían registrado una activación de las redes neuronales similar ante cualquier tipo de música, publica NewScientist.
Pero, por el contrario, los músicos mostraron respuestas neuronales significativamente distintas dependiendo del instrumento que interpretara la partitura, y en relación con su propia preparación musical.

Enseñanza activa y neuroplasticidad

Así, cuando los violinistas escucharon la música del violín y los flautistas la de la flauta, se activaron en sus cerebros muchas más áreas, relacionadas con el sentido del yo, el control motor, y la supresión de movimientos no deseados. Según los autores de la investigación, se detectó una extensiva red cerebral implicada, relacionada con una sensibilidad aumentada a la sintaxis musical, al timbre, y a las interacciones sonido-motor cuando los músicos escuchaban el instrumento con el que estaban más familiarizados.

Tal y como explicó Margulis, los músicos mostraron una red específica de respuestas a la música que ellos mismos han experimentado. El hecho de que la experiencia concreta incluya la producción del sonido, y no sólo el escucharlo, y la necesidad de valorarlo, hace que los músicos estén más capacitados para evaluar la calidad de las interpretaciones de su propio instrumento.

Algunas de las actividades cerebrales sugieren además que los participantes en el experimento pueden detectar diferencias más sutiles cuando escuchan música interpretada con el instrumento en que ellos están especializados.
Por otro lado, el descubrimiento tendría implicaciones en la forma en que se enseña y se ejecuta la música. Según Margulis, para la enseñanza de la música la experiencia musical necesitaría ser quizá más activa y menos pasiva –no ser sólo escuchada-.

De esta forma, la música podría conectarse en el proceso de aprendizaje con otros dominios de actividad.

Habilidades básicas innatas

En definitiva, el estudio apunta a la experiencia musical como un mecanismo de plasticidad neuro-perceptual, que implicaría un afinamiento neuronal. Los resultados de esta investigación contrastan con los de otro estudio realizado el año pasado por especialistas estadounidenses y canadienses que señaló que los individuos no expertos en música sí tienen una capacidad innata de ditinguir ciertos procesos musicales, al menos los más básicos, como el comienzo y el fin de un episodio musical o las transiciones melódicas.

Asimismo, estos investigadores aseguran que cualquiera puede segmentar y desentrañar la información auditiva que recibe. La investigación definió con precisión las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de la música, como el lóbulo frontal, lo que llevó a los científicos a apuntar que la comprensión de la música, al igual que la del lenguaje, es innata en el ser humano. Los resultados de este estudio fueron publicados en agosto de 2007 por la revista especializada Neuron.

23.2.08

Permacultura 2: Las ideas de Bill Mollison

Permacultura 2: Las Ideas de Bill Mollison

Este video nos sigue mostrando el trabajo y filosofía de Bill Mollison, el creador de la Permacultura, un sistema de reencuentro con la naturaleza que puede evitar la catástrofe que está haciendo la humanidad con el planeta.

13.2.08

La capacidad de lectura no es innata y ha requerido una readaptación neuronal



La capacidad de lectura no es innata y ha requerido una readaptación neuronal


Retina y cerebro se combinan para procesar el significado de las palabras.
La lectura es una capacidad humana aprendida, no innata, que requiere de un trabajo conjunto de retina y cerebro para la captación de las imágenes y el posterior procesamiento del significado de las palabras.


Un libro reciente publicado por el científico francés Stanislas Dehaene, titulado “Les neurones de la lectura”, expone claramente en que consiste el complejo proceso subyacente a esta actividad aparentemente banal. Según Dehaene, el cerebro no se ha adaptado a las exigencias del lenguaje escrito para comprenderlo sino que, más bien, ha sido la escritura la que se ha adaptado a nuestras capacidades cerebrales.

La lectura no es una capacidad innata en el ser humano sino que requiere de un aprendizaje que necesita tiempo y paciencia. Además es una capacidad que ha precisado de un “reciclaje neuronal” a lo largo de los siglos, y que nuestro cerebro y nuestro sistema visual se adapten para reconocer la escritura.


Esta idea es la que defiende Stanilas Dehaene, un profesor de psicología cognitiva experimental del Collége de France y director del laboratorio UNICOG, considerado el pionero de la investigación de las bases cerebrales de las operaciones matemáticas (es autor del libro La Bosse des Maths).


Recientemente, Dehaene ha publicado además una obra titulada "Les neurones de la lecture".


Las investigaciones de Dehaene han incrementado los conocimientos sobre los procesos cerebrales que subyacen al procesamiento de los números y del habla.

Utilizando técnicas de exploración por imágenes, ha observado lo que sucede en distintas partes del cerebro mientras soluciona problemas cognitivos complejos. Estas técnicas demostraron en una investigación anterior que las cifras aproximadas se procesan en una región cerebral distinta a la utilizada para los cálculos de cifras exactas.


En La Bosse des Maths, Dehaene demostró además que los niños poseen un conocimiento intuitivo de los números, lo que no ocurre en el caso de la lectura.

El ser humano no está “predestinado” a leer, dice Dehaene comentando su nueva investigación. Y es que la escritura fue creada por los babilonios hace tan sólo 5.400 años y el alfabeto apareció hace 3.800. Es poco tiempo en comparación con la historia de la evolución y la aparición del homo sapiens, hace 30.000 años.


Cómo leemos


El cerebro humano posee un patrimonio genético predefinido y es flexible o elástico sólo en cierta medida, según han demostrado los experimentos de Dehaene con imágenes de resonancia magnética funcional para el registro de la actividad cerebral.


El cerebro no ha tenido tiempo suficiente para evolucionar bajo la presión de las exigencias de la escritura, sino que ha sido la escritura la que ha evolucionado en función de las exigencias del cerebro, asegura el autor. El cerebro trata la escritura y descifra sus mensajes para darles sentido gracias al trabajo conjunto de la retina del ojo y el cerebro. En primer lugar, un área central de la retina, denominada fóvea, recibe la información visual. La fóvea sólo capta un campo visual de 15 grados.


Al ser muy estrecha, la del ojo humano tiene un diámetro aproximado de 0,5 milímetros, no somos capaces de reconocer más que entre siete y nueve letras a la vez. Cada porción de imagen es reconocida por un fotorreceptor distinto. Por otro lado, y a pesar de que no somos conscientes de esto, leemos en sacadas, que son movimientos rápidos del ojo con los que detectamos las partes relevantes de cualquier escena, lo que nos permite construir un mapa mental referente a ella.


En el ojo humano, una razón para la existencia de las sacadas es que sólo la fóvea tiene una alta concentración de células fotorreceptoras sensibles al color, las llamadas conos. El resto de la retina está tapizado básicamente por bastoncillos, que son células fotosensibles monocromáticas, especialmente buenas en la detección del movimiento. Por esto, la fóvea es la parte de la retina encargada de la visión en alta resolución. En cuanto al tamaño de los caracteres de la lectura, señala Dehaene, el cerebro adapta a este tamaño la distancia percibida por el ojo.

Límite de velocidad y dislexia


La lectura es, en definitiva, una sucesión de comprensiones del texto, que es aprehendido casi palabra por palabra. Por más que mejoremos nuestra capacidad de leer rápido, nunca podremos superar cierto ritmo sin perder información o palabras. Como media, los buenos lectores leen entre 400 y 500 palabras por minuto, pero la fóvea difícilmente permitirá que este límite se exceda, informa Canal Académie.


La imaginería de resonancia magnética funcional del cerebro ha demostrado que en el aprendizaje de la lectura juega un importante papel la región del lóbulo occipito-temporal izquierdo, situado hacia la parte trasera de la cabeza, detrás de la oreja izquierda. Todas las personas estudiadas por Dehaene mostraron una activación en esta misma región cerebral durante la lectura, incluso en el caso de aquellas que leían en árabe o hebreo (idiomas que se leen de derecha a izquierda).


Entre los problemas relacionados con la lectura destaca el de la dislexia, un trastorno que imposibilita para leer correctamente. A la dislexia dedica Dehaene un capítulo entero en Les neurones de la lecture, definiéndola como “una dificultad desproporcionada de aprendizaje de la lectura que no puede explicarse ni por un retraso mental, ni por un déficit señorial ni por un entorno social o familiar favorecido”.


La dislexia puede ser originada por una desorganización anatómica del lóbulo temporal y por una alteración de sus conexiones.


Complejidad cerebral


La revista Automates Intelligentes publica que Les neurones de la lecture es una obra que se enmarca en un vasto trabajo de exploración de las bases neuronales de las actividades culturales del espíritu humano llevado a cabo por Stanilsas Dehaene.


El libro comprende un gran número de investigaciones de laboratorio consagradas al estudio de la lectura en todas sus formas. Asimismo, muestra con gran lujo de detalles e ilustraciones la enorme complejidad de los procesos cerebrales subyacentes a una actividad aparentemente sencilla como es leer, procesos que nos permiten darle sentido a las imágenes que recoge la retina.

La obra analiza cómo el cerebro del lector, con una velocidad sorprendente, puede pasar de la identificación visual de las letras (grafemas) a los sonidos asociados a éstas (fonemas) y a su significación.

Por otro lado, estudia las similitudes que presentan las diversas formas de escritura –contemporáneas o antiguas- mostrando que éstas poseen funcionalidades neuronales idénticas. Dehaene escribe en la introducción de su libro que en los últimos 20 años ha nacido una verdadera ciencia de la lectura, situada en la frontera entre la psicología y la medicina.

Según él, la neurociencia debe ahora tomar una nueva dirección: la cuestión del inconsciente.

7.2.08

Bill Mollison y la Permacultura

Bill Mollison y la Permacultura para Salvar la Tierra

Esta es la primer entrega de una serie de videos que reflejan el pensamiento de Bill Mollison y su propuesta de una forma de vivir con potencial para cambiar el planeta: Como Permacultores.

5.2.08

Ser positivos para estar sanos


Ser positivos nos hace felices y la felicidad favorece nuestra salud


La llamada Psicología Positiva ha venido a revolucionar el concepto actual de felicidad y de salud mental, dirigiendo su atención a las fortalezas humanas, a aquellos aspectos que nos permiten aprender a disfrutar, ser alegres, generosos, serenos, solidarios y optimistas. Porque ser positivos nos hace felices, y porque ser felices nos ayuda a estar sanos.


La Psicología Positiva es el nombre adoptado para algo que hasta cierto punto se ha hecho en psicología durante mucho tiempo: intentar potenciar lo mejor de nosotros mismos, incluso cuando nos encontramos mal. Estamos abriendo nuevas vías de intervención, especialmente en el tratamiento de problemas de ansiedad y depresión. Queremos no sólo eliminar síntomas, sino que la gente que haya tenido problemas se sienta bien y dichosa. Este es un reto tan formidable como apasionante y la Psicología Positiva está abriendo nuevas direcciones en este sentido, explica el Profesor Carmelo Vázquez, Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid.


Las nuevas corrientes de la psicología moderna llevan tiempo afirmando que "felicidad es salud". Así, recientes investigaciones apuntan a que las emociones positivas pueden ser potenciadas y ayudan a prevenir la aparición de determinadas enfermedades. No sólo el amor, el humor y la inspiración creativa producen bienestar, sino también el optimismo, la empatía, el altruismo, la ética en el trabajo y el esfuerzo de superación personal.


El optimismo, un sentido de control personal y la habilidad para encontrar significado a las experiencias de la vida se asocian a una mejor salud mental (Seligman, 1998). Se ha hallado que estas variables también mejoran la progresión de enfermedades, aumenta la sobrevida en pacientes terminales e influencian sobre la salud en general.